El fin de semana transcurrió demasiado de prisa, como casi todos los que pasamos en nuestra casa. Cenamos fuera, como siempre, para darnos la esperanza de que no todo está perdido y lo resolvimos con un vino barato y unas risas. Compartimos cama y noche calurosa, caramelos que despertaban a cada minuto en nuestra habitación reservada para dos. Cada día está más llena. Y cada noche es diferente, separada a años luz de la anterior.
El domingo, ese día que solo prefiero contigo, resbaló sobre la plaza y las calles de Vilanova. Tomamos algo en los bancos y compramos flores para inaugurar nuestra propia primavera. Comimos en casa, como si todos los domingos fueran así de redondos, antesala de nuestra tarde sin sofá ni películas aburridas. La noche, se saldó con risas y con sueño... hasta mañana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario