Ha sido una mañana muy tierna. Hemos salido con el coche por la carretera que tiene más curvas y más encanto de todo el Garraf. Entre tiendas y películas, hemos elegido una que andábamos buscando hace tiempo. Luego a comer, la especialidad de la casa. Una nueva receta de macarrones con queso azul, ligeros y sabrosos como pocos. Un postre y una peli, con la que me he hartado de llorar. Luego mucho paracetamol, para deshacerme de la tristeza y de mis ojos hinchados, que me pican... rabiosos de tanto trabajar.
A parte de los lacrimales, nuestro tradicional paseo vespertino nos ha sentado como nunca. Se nota que es sábado, que la cabeza está sosegada y a punto para disfrutar de todo lo que no sea trabajo. Comer, beber y amar. Ahora, que todo está calmado y que la noche va cayendo sobre VNG, J se ha puesto a preparar nuestra cena mejicana. Qué guapo está con delantal.
El preludio del vino que guardábamos inaugura una noche especial en nuestra casa. No ha pasado nada, no hay celebraciones oficiales. Pero sé que importa estar bien cada segundo. Me acercaré a la cocina, te daré un beso, y empezaré a preparar la salsa de quesos que tanto te gusta. Te preguntaré, ¿me quieres?, harás una mueca de las graciosas, y me dirás que sí.
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